lunes, 22 de septiembre de 2008

Tiraspol se recicla

Para información complementaria cuelgo otro artículo de un perodista de La Vanguardia que se halla en la zona del Mar Negro radiografiando los conflictos congelados y que detalla con claridad lo que está sucediendo en Transnistria, con declaraciones de habitantes de la zona.

No todos los conflictos congelados N del antiguo espacio soviético tienen que ventilarse por la fuerza como los de Osetia del Sur y Abjasia. El de la exótica república de Transnistria, que empezó a tiros hace 16 años, sólo puede resolverse pacíficamente, y al parecer Rusia tiene mucho interés en relanzar el proceso.

La República Moldava del Transniéster (en el lado oriental del río Niéster, entre Moldavia y Ucrania) nació al descomponerse la URSS. El presidente moldavo Mircea Snegur aspiraba a reintegrar en Rumanía el territorio de Moldavia, que había sido cedido por Hitler a Stalin. En la estrecha franja transnistria - históricamente parte de Ucrania, habitada por moldavos, rusos y ucranianos- los eslavos se resistieron por las armas a tal pretensión. Su líder, el presidente Igor Smirnov, ni siquiera ha logrado que Rusia - que queda demasiado lejos- reconozca a esta república de juguete, llamada el agujero negro de Europa,mientras que Moldavia ha pugnado por recuperar el territorio y sus recursos.

El último intento de reunificación, en el 2003, fue un fracaso, sobre todo por parte de los tres mediadores occidentales - Estados Unidos, la UE y la OSCE-, a los que se suman Ucrania y Rusia. Ahora Dimitri Medvedev quiere hacer ir el mes próximo a Moscú a Smirnov y a Vladimir Voronin, el presidente moldavo, para que firmen una declaración de intenciones sobre la formación de un Estado reconstituido, afirma el ministro de Exteriores transnistrio, Valeri Litskai, quien ha explicado a todo el mundo que el "modelo catalán" sería el mejor para una "autonomía amplia" de Tiraspol.

El proceso será largo, pero la exigencia occidental de que se retiren las tropas rusas que quedan en Transnistria - unos 1.300 efectivos- ya "no es un tema importante", según fuentes diplomáticas occidentales en Chisinau, la capital de Moldavia, un país que se declara neutral. Detrás de la confrontación, Tiraspol y Chisinau han compartido durante años negocios ilegales, y moldavos y transnistrios - cuyo nivel de vida es parecido- han seguido cruzando cada día la frontera de un lado a otro.

Aunque con todos los atributos formales de un Estado, Transnistria es inviable como tal. Se trata más bien de una finca gobernada por un cejudo ex director de fábrica junto a un par de policías de oscuro pasado y otros tipos por el estilo. Esta alegre pandilla no se gasta un rublo transnistrio (0,13 euros) en muebles para unos despachos gubernamentales que parecen garitos de timbas clandestinas. Conservando los símbolos de la URSS, se dedicaron a decir a la población (oficialmente medio millón) que todo sigue igual. Desfiles, orden público, adolescentes educados y licorerías abiertas las 24 horas.

Pero en esta Disneylandia seudocomunista los verdaderos símbolos son los bancos. Al frente del Gazprombank está Oleg Smirnov, uno de los hijos del presidente; el otro, Vladimir, se ocupa de las aduanas. Las empresas se vendieron a los rusos, y el grupo Sheriff es el poder económico local. De la estrella roja a la de la ley del Oeste: gasolineras, supermercados, televisión, telefonía, construcción..., más una parte de la fábrica estatal de coñac y un vivero de esturiones para producir caviar. Y a las puertas del estadio del equipo de fútbol Sheriff (que juega en la Liga de Moldavia) se ha abierto un concesionario de Mercedes. Los cochazos se exhiben en la calle, para gente como el jefe de Natasha.

Natasha, de 24 años, trabaja todos los días del año por cuatro o cinco dólares (aquí cuentan en dólares), según las ventas del puesto de fruta que atiende en la avenida Gagarin y que pertenece a un hombre que posee varios en Tiraspol.

A Natasha le ha costado que le deje un día libre para llevar a su hija al médico, pero está contenta porque a su madre la ha condecorado Smirnov por trabajar en la construcción de un cuartel. "Antes trabajaba en la fábrica Odema, que es del Estado, o lo era, no sé, cosiendo ropa. Las piezas vienen de Italia y de Canadá, se cosen y se devuelven. Cobraba una miseria, cinco dólares al mes, pero las antiguas ganaban 50 dólares. Así que me marché".

Firmas de prestigio descubrieron hace tiempo esta especie de zona franca. Como Moldavia, desde que fue admitida en la Organización Internacional del Comercio, obliga a las empresas transnistrias a registrarse en Chisinau para exportar, ahora todo es legal. Según el ministro para la Reintegración moldavo, Vasile Sova, la estrategia "ha sido muy positiva, y se debe a la buena cooperación entre Chisinau, Bruselas y Kiev.

Los agentes económicos de Transnistria han tenido mejores oportunidades en Europa". Para Tiraspol, afirma, la reintegración en Moldavia "es un interés más económico que político, y esperamos que esto sea lo más importante en las negociaciones". Los intereses rusos, que dominan también la economía moldava, se orientan hacia Europa. Transnistria no interesa. El reinado de Igor Smirnov se acaba, sus viejos aliados de Moscú se jubilan o fallecen. Manda el cambio. El presidente de Sheriff, Viktor Gushan, que paga muy bien - 200 dólares- a sus empleados, ha levantado una catedral en Tiraspol y se está construyendo un caserón. Nunca concede entrevistas.

El relevo de Smirnov se lo disputan el vicepresidente Alexander Koroliov, que representa al ejército y la policía, y Evgueni Shevchuk, presidente del Soviet Supremo, que es el hombre de Sheriff. Preguntarse cuál será la reacción de los transnistrios al pasar de la independencia a la autonomía es perder el tiempo.

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